Dios de las estrellas

"DIOS DE LAS ESTRELLAS"
Dios de las estrellas, amo del destino,
que has dejado huellas en nuestro camino
como pinceladas de tu creación,
déjame que ahora cante la alegría
de saber que me amas mucho todavía
aunque yo requiera siempre tu perdón.
Déjame expresarte mi agradecimiento
porque me has dotado del entendimiento
que navega inquieto por tu inmensidad.
Por haberme dado la conciencia clara
para que constante siempre te buscara
sin rendir mis armas a la adversidad.
Más que bendecirte quiero que bendigas
el humilde verso que entre las ortigas
de mi pobre vida nace cual la flor
que a crecer se atreve sobre los zarzales,
verso que aun ajado por los vendavales
para Ti se forja, porque exhala amor.
Todos mis poemas ¿quién me los inspira?
Si eres Tú, Dios mío, dueño de mi lira
y eres quien imprime sensibilidad
a mi rústica alma tan alborotada,
que en la mira tiene sólo tu mirada
y haci Ti se inclina con celeridad.
Tú eres el que afina mis cansadas cuerdas
y aunque yo te olvide, Tú de mí te acuerdas
y aunque tenga miedo, Tú me das valor.
Tú que, no lo dudo, sufres mis desdenes
y me correspondes con los parabienes
de tu amor divino, de tu eterno amor.
Déjame, benévolo, mi Dios, que cante
con fervor sublime, que por un instante
cierre mis sentidos a lo material.
Que deguste el gozo de tu esencia pura
tan devotamente que hasta la locura
de sentir la muerte venga a ser triunfal.
Déjame que arranque de mi fantasía
los azules mares, la melancolía
y esa incertidumbre de la eternidad;
que del firmamento borre las estrellas
y por un momento, no por esas huellas
que de Ti nos hablan, viva tu verdad.
Quiero estar contigo lejos de las flores
y de las montañas y de los amores
que a la tierra me atan y atan mi ansiedad.
Quiero con tus ángeles y tus fieles santos,
fuera de este mundo, pese a sus encantos,
seas Tú, Dios mío, mi única heredad.
¡Oh mi Dios! permite que contigo vaya
con la inofensiva furia que a la playa
llegan ciertas olas, o como hace el sol
que discretamente, silenciosamente,
cuando por las tardes se hunde en el Poniente,
en sus estertores deja su arrebol.
Deja que pasando desapercibido
un ratito sólo quede suspendido
ante la grandeza de tu potestad.
Un segundo sólo quiero contemplarte,
Dios de las estrellas y aprender el arte
de fundirme en uno con tu Trinidad.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC (Derechos reservados)