Fragnentado interiormente,
indagando hasta en los confínes,
creyendo que los raíles de un tren
se unían en un punto infinito.
Batallé denotadamente, incansable,
para intentar encontrar aquel lugar.
Desilusionado,destrozado, exausto,
después de caminar en laberinto perdido,
encontré el espejismo divino
de un oasis, sediento, bañado solo
por la sangre de mis heridas
de unos piés cansados, humillados
y destrozados del caminar agreste,
encontre que solo quedaba
una ciudad perdida, el apellido
de un perfume de aromas desconocidas
de azmiscle y laurel.
La textura elucubrada
de una epidermis dorada
preludio de esperanza eterna,
antesala del último verbo,
la llegada de mi ocaso,
allí, donde la luz se hace grís
fragnentada la lejanía,
se detiene el recuerdo
de aquellos ojos negros.
Jose I Roca H