Ya las nieves del invierno
se divisan a futuro,
pasaron la primavera
y el verano por mi senda
y en estos años de otoño,
con un corazón maduro
y los frutos de la experiencia,
se despierta mi conciencia
ante un ángel bello y puro.
Cuántos años esperé,
impaciente, su llegada;
cuántas veces imploré
con voz quebrada en mi ruego,
cada noche y madrugada,
con ansia desesperada,
que aquella mujer soñada
llegara a apagar mi fuego.
Sólo el eco, entre las sombras,
contestaba a mis plegarias
en mis noches solitarias,
sin hallar una respuesta.
Nunca pensé que algún día
esa mujer llegaría
colmándome de alegría
de forma tan manifiesta.
Hoy su amor es mi alimento
en el otoño de mi vida
y mi alma agradecida,
dejando atrás su lamento,
se rinde ante el sentimiento
de la mujer más querida.
Este amor es mi sustento,
es mi ilusión y mi aliento;
estando a su lado, siento
mi alma rejuvenecida.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Sábado 29 de Agosto del 2009.