Se escucha gemir al viento
y a la hierba lamentarse,
se oyen los pensamientos
en invernar afianzarse;
el suelo está blanquecino,
los pájaros buscan hogar
y un blindado remolino
desde el collado al lagar.
Van cayendo, arreciando,
las gotas del firmamento;
van cayendo por momentos
cientos y miles, mojando
a todo ser que habita
en la corteza terrestre.
Ya entre las nubes crepita
nuestra bóveda celeste
Casi nada al momento
nos queda de lo pasado,
del inquieto firmamento
ya el aguacero ha cesado,
y renace la alegría
junto a los rayos del sol
Ya contemplamos el día
con que avistamos a Dios.
La hierbecilla silvestre
ya se asoma, ya verdea,
ya viene a pastar campestre
el ciervo con su berrea
Los pajarillos del campo
persiguen crear su nido,
el hábitat con su manto
ya les tienen compungido
El blanco color glacial
y el cielo ceniciento
ya se quedaron atrás,
se acabaron los lamentos.
Empieza el nuevo ciclo
donde renace la vida,
el frío en difuso periplo
empieza lo que liquida.
Blanca se quedan las cumbres
que desde el prado se ven,
pardas de agua las nubes
pues del otoño es su envés
y de la vida es la rueca
que como el viento se va;
el tiempo hace su mueca
sobresaltando al mortal.
Ayer todo yerto y helado
en inmortal desazón,
monte, valle, cerro o prado;
de incuestionable razón.
Hoy una flor ya germina
en axioma razonado
medio mundo ya camina
en el instante aflorado.
De pronto, el ramaje se agita
con ráfagas alabastrinas
y brisas de aljófar suscitan
con colores que iluminan.
¡Oh prodigio del Creador,
de nuevo la savia nace;
al soplo, curso de amor,