Sentado a la sombra de este alto cedro
vegetal estancia de la espuma y el delirio,
dimensionando la memoria y sus raíces,
establecida ya la caracola demencial
y cotidiana de tu geografía.
Y acá, al otro lado, los altos edificios
y la nube viajera allá a lo lejos
donde se mecen las gaviotas solitarias
columbradas por la luz, parece sin embargo,
una postal opaca y tan lejana
que no se merece ni tiempo ni palabras.
Y vuelvo al mar, al horizonte donde te imagino
Isla indoblegable, hermosa,
o quizás no te imagino
sino solamente te sueño
de manera nutritiva, personal, íntima,
cruzada por mis pasos
que obstinados van y vienen
y se pierden en la ruta de tus pájaros.
Desde aquí te busco, zafiro de mi sangre,
colgado el corazón en la nostalgia,
como una campana de diapasón agudo.