No habrá hombre que con gracia recuerde
el esfuerzo del alado preso,
que con injurias rompió la puerta,
de aquél que guardaba su cuerpo.
No habrá momento para el recuerdo,
ni tan siquiera un constante desvelo,
que persiga la ingratitud del carcelero.
Y ahora vuela aquél jilguero,
con alas rotas por la ambigüedad del tiempo, con esperanzas y alegría renovada.
Y no será aquel que espero la muerte de la libertad,
el que sueñe ser libre con justicia y esperanza.
Carcelero de ilusiones,
voló el jilguero…
no esperes,
quizás, ya no regrese.