Felices los pobres, los que necesitan
de Dios porque sólo con Dios ellos cuentan.
Felices los pobres, los que no se inventan
dioses que no escuchan por más que les gritan.
Felices los pobres, los que reconocen
que Dios es su todo, su esencia y su vida;
aquellos que siguen la "senda escondida"
que muy pocos sabios del mundo conocen.
Felices aquellos que sufren y lloran
al ver que en los planes de Dios, el Calvario
es un caminar con Jesús necesario
y aceptan con gusto su Cruz y la adoran.
Felices los hombres que lloran y que hallan
en Dios su consuelo, su dicha y descanso;
aquellos que saben que Cristo es remanso
de paz para el alma doquiera que vayan.
Felices aquellos que son perseguidos
porque aman y buscan amar la justicia;
los que la rescatan de toda inmundicia
poniendo en su empeño sus cinco sentidos.
Felices los hombres humildes, heridos
por la prepotencia de los arrogantes,
porque ellos serán al final los triunfantes,
los más encumbrados, los enaltecidos.
Felices, felices los de alma sencilla;
aquellos que siembran y que en su labranza
trasmiten al prójimo paz y esperanza
llevando en sus almas de amor la semilla.
Felices aquellos que a Dios le confían
sus sueños, sus años, su hogar, su familia.
Que viven pendientes de Dios y en vigilia,
poniendo su esfuerzo en aquello que ansían.
Que Dios los bendiga, porque han comprendido
que son el fermento en la harina del mundo
y saben amar con amor tan profundo
como quien se sabe de Dios elegido.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC