Oyeme, en el grito fugaz de algún pecado
en la pausa etérea del reloj y sus horarios,
oyeme, cuando nadie te vea y todo hayas dado
envuelta en perfumes que atrasen el calendario.
Oyeme, seducción nuestra de las simples cosas
las que quedarán en el alma apenas nos vayamos,
oyeme, en la quietud mansa de un río de rosas
vestido de verdes cada vez que querramos.
Oyeme, virtual ambición de especias variadas
donde tu aroma surge y apasiona el encanto,
oyeme, que de vez en cuando vivaz la mirada
nos dará el camino que hemos esperado tanto.