Había una vez parte I

Había una vez una princesa
En un país muy, muy lejano
Que sin poder mitigar su tristeza
Pasaba la vida llorando…
La sangre se le había hecho espesa
Y su vida transcurría,
Entre costumbre, hábitos y la certeza…
De no poder sentir dentro de ella, su propia vida,
Cómo cuando la vida, para ella valía la pena vivirla…
Tiempos remotos dejados a un lado,
En algún cajón quedaron olvidados…
La vida ahora estaba llena de rutinas impuestas para ella…
Rutinas de las que había intentado escapar
Y que las impuso un príncipe que vino en su busca desde el mar…
Y aunque muchas veces intentó escapar
Nunca lograba marchar, porque él seguía sus huellas…
Para capturarla y llevársela de nuevo a ultramar
Con el tiempo, no le quedó más remedio
Que callar
Con el tiempo ella se trago su miedo
Y se dejó llevar…
Y aunque vivía en un limbo muy extraño…
Esta princesa tan triste,
Conservaba en su corazón
Una esperanza humilde…
De encontrar algún sentido,
Que no fuese su obligación…
Sino que fuese el camino
Para ser feliz con devoción…
¡Oh santos y derroteros
Enseñadme que camino sigo!…
Preguntaba levantando los brazos al cielo
Pero sin respuesta, se quedaba…
No había nada que hacer…
Ella llegó a pensar entonces, que quedarse era su deber…
Hasta que un día otro príncipe anhelante,
De amores y desafíos,
Se encontró con su semblante
Y a sus almas se les quitó el frío…
De una pasión desbordante
Cayeron presos sus mitos
Y comenzaron a amarse,
Como dos ansiosos chiquillos…
Cuentan del palacio, las paredes y los lirios,
Que su amor era tan intenso,
Que se sentía en todos sitios…
La felicidad había vuelto…
A la princesa, le irradiaba del cuerpo
Una luz tan especial…
Que todo el mundo la notaba
Y ella no sabía ocultar…
Su pelo lucía radiante,
Su mirada era brillante a rabiar…
Su sonrisa era una danzante,
En su cara angelical…
Su cuerpo en cambios constantes,
Se comportaba al revés…
La gente la miraba y decía:
Ahora si escapará de él…
Continuará