Era como una serpiente
aquel risueño sendero
donde te dije: "te quiero"
de golpe, sí, de repente.
Y en la noche floreciente,
la esencia del limonero
hizo sentirme primero
cobarde y después valiente.
Porque fue tan de repente
que yo te dije: "te quiero"
que desde entonces espero
paciente, pacientemente
a que tu voz indulgente
de canario o de jilguero,
me diga también: "te quiero"
profunda, profundamente.
La luna blanca, naciente,
flotaba sobre el estero
mostrando su chapucero
fulgor de cuarto creciente.
El grillo templadamente
pulsaba ya su pandero
y un solitario lucero
lo escucha inocentemente.
Hoy voy sobre la pendiente
del tiempo que, justiciero,
deja sus nieves de Enero
en mi cabello y mi frente.
Mas, sigo pacientemente
y hasta la muerte te espero
a que me digas: "te quiero"
sincera, sinceramente.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC