HACER POEMA

Hacer poema, para reavivar un pasatiempo,

para no matar el momento ni sus huellas,

para destellar que el aburrimiento no puede

con la fuerza animadora que tiene la musa.

Hacer poema, ejercer un oficio que refleje

el esplendor del esfuerzo y de la lucha;

emplear el arte como el brillo de una tarea

que resplandece en el ocio que no muere.

Hacer poema, oficiar un ejercicio que aquieta

todos los gemidos del alma, los más profundos;

actuar el recuerdo en un salto de esperanza,

y esperar que la vida se abra, sin nostalgia.

Hacer poema, ejercitarse en una cálida pasión,

y encender el fuego en el brasero del corazón;

entusiasmarse al toque de la amorosa llama,

que arde en el decir de un numen que ama.

Hacer poema, un tierno quehacer que eleva

al hombre sobre la cima misma de su abismo,

que lo entraña en la hondura de su cumbre,

para sacar la luz más bella de su oscuro fondo.

Hacer poema es como tocar la máxima grandeza

en la pequeñez más fútil de un suave suspiro,

un suspiro que no cabe ni en los sueños

de este mundo que no sabe que sueña.

Hacer poema, tener la misión de erradicar el mal,

con el silencio de las palabras que cantan, y cantan,

con las palabras que callan ante tantos partos

de la vida que nace y renace de la muerte.

Hacer poema, revelar el misterio que se da

abrazando lo efímero, perforando lo eterno,

iluminando el secreto, desvelando toda nada,

abriendo la puerta, que adentra en el cielo.

Hacer poema, celebrar la vida en una oración,

un sacramento de gozo que se hace presente;

trazar un símbolo de eternidad en este tiempo,

decir con el verbo que la vida muere porque ama.

Hacer poema es trenzar el amor que se derrocha,

que yergue por encima de la cruz en la ignominia;

es acallar el verbo que grita en un pedido de perdón;

es matar la muerte, al poetizar la vida, con la Palabra.

Aventurar la vida en los campos de batalla

es como hacer de la lucha, acaso, un poema,

un canto que sepa de furor y sufrimiento,

que suena en las cuerdas de las refriegas.

Hacer un poema de la realidad que pasa,

un ensayo que pruebe, quizás, el fracaso

como inhalan el monóxido de la muerte

los forasteros que vagan, y vagan por las calles.

Hacer un poema es como atreverse a vivir,

buscando el sentido a la comunicación con otros;

a pesar de los desacuerdos y los choques

armonizar las diferencias que aparezcan.

Hacer un poema, cruzar a la otra orilla del río,

sin quedarse estancado, como el agua que sale

de su corriente para pudrirse en un hoyo;

sin salirse del cauce, discurrir entre las piedras.

Poetizar la vida en una melodía del viento,

tejiendo los sonidos de las palabras inquietas,

y sin esparcir la propia sombra sobre otra luz,

mostrar la belleza de la vida y del amor.