Los niños

Que desgracia que tengamos que crecer. Perdemos toda la inocencia y la alegría.
Ya no tenemos la libertad de gritar a viva voz lo que nos apetece sin saber si vamos a lastimar a alguien. Los niños, por su cuenta son dueños de los sentimientos terrenales. Son la reencarnación de Jesús, ya que aportan el bien, la risa y sobre todo la honestidad.
Una lágrima de llanto se produce inmediatamente en el levantamiento del labio al escuchar las desordenadas pero a la vez, alegres voces de los niños. Son el espíritu de la felicidad.
Los que más pueden enseñarte.
Te muestran cómo eres y lo que haces en otras personas. Desembarcan todos sus gustos para acomodarlos a tus oídos y luego se marchan dejando rastros en las sombras claras que se quedaron manchadas en tu seriedad melancólica
al haberle ofendido su inocencia. Ellos son el mejor público porque jovialmente aplauden tus errores riéndose contigo y festejan tus logros como fieles hermanos compartiendo un momento de sonrisa.