Falsos Caminos

Hasta ayer eras aún
única dueña de mis besos,
de mi tiempo, mis suspiros,
de mi devota ilusión.
Eran tus sueños cumplidos
sin ponerte condición.
Ayer fue mi corazón
tu refugio, tu guarida,
y transcurría tu vida
en un fluir suavemente;
hasta ayer, mi amor ferviente
estaba dedicado a ti.
Pero hoy, ya no es así:
de una forma sorprendente
decidiste, de repente,
dar la espalda y, sin motivo,
cambiar de amor y de ambiente
en un gesto irreflexivo.
Dejaste el nido vacío
y a mi corazón sombrío
sin tu luz ni tu calor,
pretextando que mi amor
tenía un gastado sabor
insoportable de hastío.
Preferiste la emoción
que despertó otra sonrisa,
otro rostro y otra voz;
fuiste de otro sueño en pos
con inusitada prisa,
movida por la ilusión.
Pero todo fue ficción,
dolorosa decepción,
aventura pasajera;
una frívola quimera
y una final deserción.
Tú me abandonaste a mi
sin causa justificada
y ahora fuiste abandonada
tras un breve frenesí
que, al final, no te dió nada.
Ya lejos y sin amor,
roto al fin ese espejismo,
aprendiste con dolor
que aquí tú estabas mejor
y que, con otro, no es lo mismo.
Hoy vuelves arrepentida
tras la humillación sufrida
por un simple oportunista;
pero has perdido de vista,
al huir, mi propia herida.
Me pides ingenuamente
que perdone tu traición
e imploras mi compasión;
me pides que sea indulgente
con tu imperdonable acción.
Mujer, eso no es posible,
ni tú ni yo lograremos
borrar de nuestro pasado
aquel gesto equivocado
que sería un muro invisible.
No es rencor, es desconfianza;
no busco de tí venganza,
aunque quedé destrozado,
aquello está superado
y pesado en la balanza.
Pero hay cosas que no tienen
ya posible solución:
con tu arbitraria traición
te borró mi corazón
y mataste el sentimiento
de auténtica devoción
que sentía por tí hace tiempo,
ahora es en vano tu intento
y todo tu "arrepentimiento";
así que, mujer, lo siento:
¡no habrá reconciliación!-
Eduardo Ritter Bonilla.