He callado mi dolor

Al descubrirte colgado de un madero
y contemplar tu rostro ensangrentado,
he callado el dolor que me atormentaba.
El mío no es nada, con el que sufriste Tú.
Viniste a salvar a esa falsa humanidad.
En vez de quererte, te llevaron al Pretorio.
Te dieron la espalda y cegaron sus ojos;
no querían ver lo que estaba sucediendo.
Burlas y gritos oías por donde pasabas,
por la codicia de un pueblo, te condenaron.
De tu boca no salió palabra para defenderte.
Tu corazón padeció aquella incomprensión.
Te cargaron con la cruz y obedeciste.
Tú que tanto bien hiciste a los demás.
Te negaron todos los que te amaban,
el miedo los acobardó, se dispersaron.
Tú querías redimir el mundo con amor
y clavaron los clavos sin compasión.
Allí se quedaron viendo cómo agonizabas.
¡Padre mío, acoge este espíritu y perdónalos!
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