Hijos

Quisieron ser alas para volar
y fueron como la luz:
incendios y velocidad.
Un día me dejaron a mitad de un camino
que no supe recorrer.
Cansado y triste seguí usando el viejo ábaco
para calcular la vida.
No advertí
que ellos eran pájaros y les pertenecía el infinito, sus ojos: un espejo donde miro a hurtadillas mi alma distanciada
y donde suelo esconder las caricias negadas
y veo con asombro que sus alegrías
son más grandes que el tiempo trajinado.
Mis hijos son piedras gigantescas
sobre la cuales fundaré un imperio.
Ellos tienen la noche y el día dispuestos para el cambio.
Son los hijos de un amor inconmovible
pues desde ellos fluye la savia nueva de la vida.
Mis hijos son la prolongación
de mis deseos,
las nuevas manos que cambiarán la tierra,
los pechos nuevos que sentirán el amor que hemos buscado por milenios.
Ellos heredarán el tiempo
y nuestras lágrimas serán piedrecillas de cristal para ornamentar los caminos nuevos.