Hojas de Hiedra

La vida no es un juego para andarse con titubeos

La vida es como una mazorca que se desgrana

Donde muchos se desesperan del grano próximo a caer

Somos un nombre antepuesto, una expresión

Lluvia intermitente, amanecer de niebla.

Hay un sabor de muerte en nuestras entrañas

Que inaugura un canto nuevo

Un amanecer de hiedras y enredaderas

Somos un reflejo consciente del universo

En donde lo tuyo es mío y lo mío… es mío.

Somos livianos, casi etéreos

Donde la luz del sol ni siquiera es nuestra

Donde el más leve viento nos apaga

Somos frágiles, muy frágiles

Dispuestos a recorrer largos caminos

Pero el tropiezo más pequeño corta nuestra vereda.

Llevamos un ramillete de rosas secas y muertas en nuestras manos

Arrastramos vívidas y recordadas nostalgias de cuerpos adolecentes

La noche nos enmudece pidiendo a gritos, se de paso al alba

La vida puede ser monótona, insoportablemente gris e intolerante

Su impetuosa corriente puede hablar de noches ensordecidas en el quebranto

Es un largo final donde nuestras obras hablarán por nosotros.

Somnolientas y fugaces horas de amor sirven para aliviar la pesadumbre

Suspiros y sobresaltos emanados de una voz íntima y profunda

Extirpan nuestras sombras de duelo en equilibrio demencial

Horas que nos permiten sobrevivir a este viaje sin retorno

Flecha que nos guía al través de páramos que nos ahogan día a día

Suspiros que nos brindan cánticos nuevos en esta realidad brutal.

Hoy mi poema es un canto negro que arranca a dentelladas el fulgor de la vida

Es una espada de fantasmas invisibles tratando de evitar el invierno cercano

Es un canto interminable y doliente, sordo y ciego de ausencias

Acaricio este otoño donde las hojas se vuelven camaleónicas

Y empezamos a regresar al destino de este tren del infinito

Y La muerte despliega sus alas para dar…

¡Su cariñoso abrazo mortal!