Juventud y tiempo, divinos tesoros.

Desde que cumplí cincuenta quisiera hacer de todo.
Me fluyen miles de ideas mientras que las cortas horas
entre las manos se me van, como el oro y el agua del rio.
Por crecer me ha entrado un incontrolable desespero;
crecer internamente y realizar todo lo que soñé de joven.
Quisiera estudiar, escribir, viajar, aprender a volar aviones.
Aprender joyería, a plantar un cultivo de olivos y una viña.
Quiero fundar un juvenil programa de mejor educación, genial.
Compartir el evangelio restaurado con el mundo. Ser mejor hija,
mejor persona, madre, mejor compañera, mejor hermana y amiga.
La certeza de que iba a morir algún día se me ha hecho muy real;
algo que antes era lejano e improbable siendo yo joven y sana.
Me causaba gran tristeza pero sólo les ocurría a los demás.
Ahora le quiero ganar carreras al tiempo que cada día corre
de prisa más y más. A millón andan mi espíritu y mi mente.
Siendo este cuerpo sólo el vehículo no me deja ir más allá.
Es porque tengo este cuerpo que aunque todavía está entero
y sano y todos dicen que es bello, que me tengo que aguantar.
Jovencitos, quiero darles un sabio consejo de mujer mayor:
Ahora con ese tiempo precioso que tan pronto se nos va,
hagan todas las cosas buenas que requieren fuerza y voluntad.
Aprecien esa maravillosa fortuna gratis que les da la juventud.
No se vive en vano pasando por mil experiencias y situaciones;
atesoren cualquier consejo que les den sus padres o sus mayores.
No dejen que lleguen a los cincuenta y ya sin todas las fuerzas
y sin la habilidad física y plena que nos da la preciosa juventud,
de pronto un poco tarde, como a mí, ahí si les dé por hacer de todo.
Y que al tropezar o en un resbalón se salgan quebrando los huesos,
o confundiendo las cosas, y por desgaste de neuronas se olviden
de los datos correctos, nombres, demás información y de los horarios.
No vivan en un estado mental que les mine paz, autoestima y amor.
Si tienen algún trauma o conflicto enfréntenlo con determinación
e inteligencia. Si alguien de ustedes abusa, divúlguenlo con valor.
Háblenlo con su mamá o con alguien que les crea y tenga autoridad.
Así quedará al descubierto el vil cobarde y librarán a otros de caer,
en las garras de esa larga cadena de abuso vicioso y de falsa bondad.
Sea lo que sea, pase lo que pase, siempre la responsabilidad es del mayor.
No teman ninguna amenaza pues sólo por ser cobarde esa persona abusó.
El que abusa vive temblando de miedo, por carecer de integridad y valor.
Por último les aconsejo clasificar entre útil e inútil, incorrecto y correcto
todo lo que estén por hacer. Sus acciones son el lápiz que escribe el libro
de su vidas. A pesar de que más tarde se puede corregir no se puede borrar.
Escritas por largo tiempo quedan en este libro las buenas y malas acciones.
Hay libertad para decidir pero las decisiones traen consigo consecuencias.
Consecuencias que en ocasiones pueden cambiar de las vidas el rumbo ideal.
Cuando sean viejitos ya sin fuerzas no quieran hacer lo que no hicieron de jóvenes,
como me ha pasado a mí. Mejor en esos días haya tranquilidad para irse a pasear
rompiendo estadísticas y predicciones acertadas de la crisis de la mediana edad.