Sin tratar de resumir caí en la cuenta
supe que no es posible engañarme,
deje todas falencias en los caminos,
sin embargo, nadie se lamenta
ni hay razón para regañarme,
me dicen; las aves en sus trinos.
El rosal me desgarra en el balance
unas rosas rotas ya marchitas
en mi mano sin poder entregar,
ni la luna celestina se convence,
soledades entretuvieron mis cuitas
mantuvo a su red de eterna esperar.
Quedé desnudo de esperanza
mirando a los fríos jazmineros
y llegó a mis brazos, la reina rosada,
en la isla del amor ella me alcanza,
mis gotas de llantos fueron sinceros
aunque caigan, ya no será reiterada.
Tengo su cabellera como hogar;
desde aquel día todo fue sencillo,
sus manos pequeñas lio ovillo de oro
océano de amor se hizo ahora el lugar.
Obedecí sus órdenes como un chiquillo
y a un Dios con ella ahora oro.
Autor: Alcibíades Noceda Medina