Horizontes azules (cuento)

Había una vez una rosa. Una rosa genial, con pétalos hechos de canciones.

Las canciones tenían colores, tantos como el viento pudiera llevar, y el viento llevó los colores de cada canción.

La rosa estaba hecha de aire, el aire vagaba en el tiempo y el tiempo crecía en el corazón de la rosa.

Florecía en mil pimpollos y otros miles más, pero sin embargo, era un solo tallo de rosa.

Y así convirtió al prado en un prado de rosas.

Que se volvió un bosque de árboles, mientras veía el cielo pasar entre sus ramas.

Quiso visitar el cielo y se transformó en el vuelo de un pájaro.

Quiso visitar el día, y se volvió noche, y se llenó de luz.

Quiso visitar el corazón de los hombres, y así brotó.

Brotó en silencio llena de estupor.

Brotó, y había un solo modo en que podía vivir.

Había una vez un hombre que trabajaba la tierra... tenía las manos fuertes, un corazón lleno de horizontes azueles y un sueño lleno de flores.

Sin embargo no conocía el horizonte, y no conocía las flores, que también estaban latentes en su alma.

Pero un día se fue, liberó los animales del corral.

Dejó que el grano velara por el nuevo grano, doblado como una madre.

Se fue para darse a sí mismo el cielo a través de su respiración, para darse a sí mismo la tierra a través de su paso. Y el cielo y la tierra fueron las razones de su pasión.

Descubrió que su corazón latía fuerte y que tenía coraje

Llegó al monte más alto y descubrió donde termina la tierra, y donde la tierra se inicia.

Pero la tierra estaba llena de sombras y las sombras mermaban su coraje, entonces el viaje perdió su razón.

Lloró… y de sus lágrimas nacieron flores. Corrió… y de sus pasos nacieron horizontes azules.

 Descubrió las flores y a los horizontes, cuando descubrió que la rosa, impregnada de sol, silenciosa, esperaba.

Para ella diseñó un cantero y lo colmó de aguas cristalinas, y la pureza brotó de su ensoñación.

Alejó las sombras, para protegerla, y el coraje estuvo de nuevo en su corazón.

Al final, se sintió amado por ella… compartiendo el silencio, los horizontes azules y las semillas de las mil flores que eranella. Y ella fue su corazón.

Fue aquel corazón donde la rosa había florecido.

Había florecido en silencio llena de amor.

Había florecido, y era lo único donde ella quería compartir sus horizontes azules. 

Claudio Batisti