Simplemente eterna

Como dos luciérganas coqueteando en la basta y eterna oscuridad nocturna
se hayan las estrellas gemelas de tu blanquecino y limpio rostro.
Centelleando con el más dulce de tus argenteos y celestes cantos
pones tu inocente y provocadora mirada en mi estrecha y oscura alma,
y como un fugaz parpadeo, la espantas, a sabiendas de que algún día serás mía.
Esos luceros hermosos y llenos de valor, que desafían al tiempo y al olvido,
tal vez pierdan algún día la constante guerra contra la fría muerte,
pero en mi corazón ya han forjado la duradera marca del cariño,
que perdurará hasta el fin del amor, de la vida y de los tiempos.
Ahora tus párpados se van cerrando poco a poco, provocando que tus ojos conozcan por fin la oscuridad.
No tengas miedo. Esto no es la eterna sombra. Ahora debes dormir.
Sueña con lo que quieras mi dama, pues yo velaré por ti desde la distancia,
Y aunque no sepas quien soy, y aunque no me conozcas, te protegeré en las noches más nubladas.
Tus cabellos sombríos ondean solo con las brisas de la mañana.
El amanecer hace renacer la música de tu faciana, y con rapidez abandonas la oscuridad y los sueños.
Floreces como las rosas en primavera, y con tu tenue sonrisa sigues siendo la de siempre.
Y tu mirada, y tus ojos, también siguen siendo los mismos.
Y yo... yo sigo siendo el pobre loco que sueña por tus suspiros,
porque en algún lejano mundo, en algún tardío día, tú serás mia.