Señor Padre.

Quisiera poseer tu perspicacia,
para encontrar más cosas por decirte,
y no elogiarte así, tan simplemente,
sino del modo azul que te mereces.
Pues al cantarte a ti, es otro el caso,
se tiene que cambiar, completo el ritmo,
la lira es de otro tono, de otra nota,
y no de simples versos que se enlacen.
Para cantarte Padre, -hay que decirlo-
no basta con tener la voz correcta,
hay que contar palabra por palabra,
para que la armonía sea precisa.
Historias cual la tuya, son muy pocas,
ni largas, ni pequeñas, solo historias,
que grandes eruditos desconocen,
pero que solo yo puedo narrarla.
No hay mucho por decirse de tu vida,
ni poco que ignorar, o que ocultarse,
me basta con decir, que soy la rama,
de un Ébano que luce siempre firme.
Me sobra con gritar, que por mi savia,
transita clorofila de tus venas,
que si enverdezco siempre en primavera,
es gracias al vestigio de tu otoño.
Que si me jacto hoy de ser "Poeta",
tal vez es por tu vista de analista,
que detectó con solo contemplarme,
la vocación naciente de un Petrarca.
Que si camino erecto y sin tropiezos,
es gracias a tu labia constructiva,
que me enseñó a mirar en mis raspones,
un poco más que solo tierra y sangre.
Que si he aprendido a amar mis soledades,
se debe a tu constante compañía,
donde charlé contigo de mil cosas,
y descubrí el valor de los silencios.
Que si hoy me muestro al mundo como un hombre,
vestido de fiereza cual un tigre,
se debe a que primero fui la oveja,
para aprender después, a ser el lobo.
Y no es que aquí termine este poema,
ni que haya concluído mi homenaje,
pero es que en otra tarde, Señor Padre,
vendrás para decirme en que termina. (2007) a mi Padre