El haberno se revuelca,
en la cresta de la resaca,
que emerge. que casi atrapo,
a mis abuelos, Tiemblo al saber,
que miles no escaparon,
y que a cientos no devolveras,
tan solo por orgullo,
o por egoismo, o por no se que.
El haberno viene del mar,
y lo miro desde el cielo,
entendiendo lo que ayer persiguio
a mis abuelos, que no entendieron,
lo que hoy miramos con asombro.
Que frágil es la memoria, pero eterna las imagenes, que nos desesperan al despertar, con un temblor cualquiera, que desencadene un sunami.