Tu huella, sí, tu huella ¿cómo es?.
Sí, porque hay huellas que ahondan,
hay huellas que el polvo se lleva,
hay pisadas de pies con espinas…
¡Hay tantas huellas que a la tierra espantan!.
Tu huella, sí, ¿te lo has preguntado?.
¿Qué color deja en el suelo,
qué olor deja en el tiempo,
qué formas en la vida deja…
Sí, porque también es triste caminar sin huellas.
Hay huellas de rojizos colores
que anegan en gritos y llantos el suelo,
hay otras de amarillentos grisáceos
que marchito van dejando todo en derredor.
Hay algunas que apenas pueden verse.
Hay huellas de negruzcos tonos
que manchas de tinieblas dejan en el suelo,
el suelo sufrido y de esas huellas lleno…
el suelo hastiado de siniestras y dolorosas pisadas.
Hay hullas amargas y fétidas
que el piso, asqueado, intenta devolver,
hay huellas saladas y otras acedas
que contaminan e irritan la piel de la tierra,
que escocen ya en su tez lastimada.
Pero, ¿qué va a hacer si sólo es la tierra?
¿Qué hará si la tierra como la vida es,
que hecha está para soportar lo que se leponga?
¿Qué ha resuelto pese a sus tantos lamentos?
¡Cuán desdichado y severo su destino es!.
Pero tu huella… ¿cómo es?
Tu huella, nuestra huella, ¿qué marcas deja en la tierra servil?
Sí, porque también hay huellas de cielo,
hay huellas de mar y de hojas verdes,
las hay de oxígeno y de puras aguas,
hay huellas de dulzura y de perfumes,
hay huellas de unguentos y de áloes.
Las hay, pocas pero las hay, que refrescan la tez herida de la tierra,
que pisan sobre huellas de penumbras y va dejando rastros de luces;
huellas que la tierra sonriente abraza,
huellas de las que no se averguenza ella.
¡Hay huellas de todas clases, colores y olores! ¡Huellas que graban la vida!
Entonces, tu huella, nuestra huella… ¿cómo es?.
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Joselín Estrada Paumier