No vueles, ruiseñor, hacia los cielos
Que se hacen más azules en verano,
Ni escapes, golondrina, de mi mano,
Llevada por la brisa y sus desvelos. No corras, herrerillo, aunque tus vuelos
Te dejen alcanzar lo más lejano,
Ni escales, carbonero, el aire en vano
De donde caen las nieves y los hielos. No partas, ave blanca, si tu nido
Lo tienes junto a mí, donde la tierra
Se alegra de tu voz y tu sonido. Amor serán los bosques y la sierra,
Los árboles y el prado que, dormido,
Se olvida de la helada que lo encierra.