Entre la pasión ardiente del deseo
y el amor paciente y sincero,
éste un impulso, aquél un sentimiento,
un feroz combate cuerpo a cuerpo.
El impulso como tal arremete impaciente,
con cautela el sentimiento se defiende.
El primero, no hay reglas que respete,
el segundo, con ellas se escuda y se protege.
En la lucha constante entre amor y deseo
el hombre padece las heridas resultantes,
pues el campo de batalla es el frágil corazón
que suele terminar dividido en dos partes.
Imposible es esperar haya un sólo triunfador,
es preciso para ambos luchar para subsistir
y a pesar de todo el hombre los necesita,
uno para soñar y el otro para ser feliz.