Camino del salón,
al pasar junto al lecho,
le arrebato el edredón
y junto al fuego lo echo.
El reflejo de las llamas,
observas sobre mi piel,
ella tu tacto reclama.
Está buscando placer.
Tus manos vas acercando,
pero esperas, ni me rozas.
Más yo, ya te estoy notando.
Es tu sombra quien me toca.
Palabras tiernas se escuchan.
Percibo tu palpitar.
Nuestras piernas se entrecruzan
y te hago suspirar.
Sobre la pared pasean,
nuestras sombras que se abrazan.
Se acarician, coquetean,
se mecen y hasta se aman.
Tus dedos me están quemando,
más que el fuego del hogar.
Nuestros cuerpos van danzando,
se están dejando llevar.
Se mezclan aromas,
se funden las pieles,
se cruzan las voces,
se entregan dos seres.
El ritmo de este placer,
no nos deja descansar,
se nos escucha gemir
y sin pudor jadear.
Los ojos están cerrados.
No paramos de temblar.
No estábamos equivocados…
”El cielo, se puede tocar”