He muerto, entre tus brazos, prisionero;
no lo lamentes, Dios así lo quiso,
para tanta saña y traición fue preciso
que Dios guiara tu proceder traicionero.
Si Dios lo quiso, por Dios hoy yo muero,
no digas que fue por tu encanto y hechizo;
no digas:"Hoy día lo postro en el piso
y lo dejo y lo insulto porque ya no lo quiero"
Tú sabes muy bien que te daba mis días,
mis ilusiones combinadas con mis alegrías
para que nunca sufriera el temor de perderte;
ahora confórmate con la caridad de mi pena,
pues mi pasión ya no es tuya, ahora es ajena;
ahora es sólo tuyo mi deseo de muerte.