Solo una vez tu mirada hablo
en el arroyo azul aguamarina,
de como cambia el perfil cristalino
del bosque fértil de concreto
por los pitos, sirenas y sombras
proyectadas en las riberas de tus sienes
con el transcurrir de la juventud.
El asfalto adusto ha empalidecido,
con abundante lluvia sucia de ceniza
que sale de las bocas motrices,
de las bocas diametralmente ufanas,
de las bocas testigo de la polución sin limite,
ahora guardan silencio de cárcel
o solo hablan del humo en la manzana.
Frenan, crujen, se retuercen,
pasan por lo alto y por lo bajo,
huyen del tiempo en crisis,
quieren hoy serle indiferente
al infringir la luz en rojo
y vestir los descalzos cementerios
venidos de la anciana guerra.
Mi raudo paso en la ciudad detuve,
donde antes era un espacio muerto,
ahora, afloran las formas más diversas
en la construcción de moles de cristal
y cuando no, de latas y cartón,
las unas frías envueltas en capital
las otras calientes envueltas en corazón.
Las luces de neón se han puesto en fila
viendo pasar la orfandad por la avenida,
vuelan en apacible e infantil tristeza
cubiertos de su desmadejada pobreza
reflejo de un país monumentalmente enjuto
por la innegable dominación del norte
que ha obtenido de los pobres su riqueza.