Intercambio de miradas

Suaves, tiernas, breves, picaras y nerviosas,

simples miradas que dan lugar a otras.

Miradas curiosas, "dónde está?", "es ella?", "no vino?"

Miradas ansiosas, "pasé y no la vi, o peor aún, no me vio",

Miradas interesadas, "cómo estará?", "cómo se ve hoy?"

Miradas de admiración, "pero que hermosa es, que linda se ve".

Miradas de declaración, "me gusta tanto, si supiera".

Luego esas miradas se transforman,

mutan con el pasar de los días, transformándose en

Miradas cómplices, "que lindo fue lo que pasó",

Miradas que estremecen, al recordar lo ya ocurrido,

Miradas nerviosas, que encogen el estómago cuando se acerca,

Miradas en fuga, que dicen "quiero verla  pero que no se dé cuenta".

Y también esas miradas que no son, que son las menos,

pero que generan miedos, incertidumbres, dudas

y que mágicamente se aplacan con alguna palabra

o con una nueva mirada, una mirada de "si, aún estoy aquí,

con temores y culpas, pero sigo aquí".

 Y así el tiempo sigue su curso y fluye lo que no se puede

ni se quiere evitar, dando paso a miradas coludidas,

Miradas que dicen claramente "me gusta mucho y quiero repetir".

Miradas que el pulso aceleran al verla y recordar

todos esos mágicos momentos, después de ese primer instante.

Miradas que literalmente provocan nervios “horriblemente”  gratos,

pues esto es algo único y de nadie más que de nosotros.