Allá estás, corpórea, humana, enrarecida,
con mis manos llegando donde nada la contienes,
al lugar de tus oscuros pozos que a mi vida
le llenan de frangancias y nada ls detiene.
Y en tanto veas mis cuestiones atrevidas
mis labios en tus ansias con ciertas incumbencias,
sabrás de esta locura que ya no es solo mía
sino del tiempo eterno que gasté en tus ausencias.
Allá estás, rodeada por la pradera y el sendero
que lleva hasta el lugar que paseas escondida
amando a mi país, de lejos, y el velero
que te traerá muy pronto hacia el resto de mis días.