La noche se cernía expectante sobre mí ser, me vi aturdido con el despertar y la imagen que se registró ante mis ojos.
Eras tú, impecable, bella y hermosa, más que nunca, como si algún Dios condescendiente y apiadado de mi alma me regalara esta, tú imagen de mujer; la que cualquier hombre por tenerla daría su vida…
Y tú eras mía.
¡¡Que más podía pedir a ese momento!!
Sobre mi lecho y sin levantarme espere rogando no romper ese maravilloso hechizo de tenerte junto a mi.
Claramente te inclinaste y depositaste sobre mis cansados labios aquel beso ansiado por meses, años, tiempos infinitos.
Lo demás, sólo demencia de enamorados, sin descanso, sin pausa, con deseo y amor.
Cómo olvidar esa noche, si estoy seguro se mantendrá latente por el resto de mi vida…
Y mi muerte.
Un sonido, sé lo reconozco de algún instrumento, no me doy cuenta, pero algo me saca de ese brillante momento.
Un reloj dio las veinticuatro, ya es quince de febrero, yo despierto y entiendo, no estuviste, sólo fue la magia del 14, San Valentín que alimenta el sueño de los enamorados y a mi me alimentó ese sueño que deseo contigo.
Ya no importa que no hayas estado, yo si estuve contigo…
Aunque tú nunca lo sepas.