Alegoría

Sencillo, apuesto, arrogante,
maldecido por su esposa,
se escondía por no encontrar
su presencia en hora punta
Tenían mucho que hablar
y poco que decir.
El tono empleado por ella
no era el adecuado para
empezar una conversación
y que siempre terminaba
en gritos e insultos desproporcionados
Hasta un día pensó en el homicidio
pero cursó por la indiferencia
la nulidad, el no advertir su presencia
y a tales términos la llevó
que pedía permiso para hablar
que levantaba el dedo para asomar
que como en patitos de feria
esperaba que yo me fijase en ella
y me fijé, le di, la tumbé y jamás supe de su querer.