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Categoría: Amor

La Ultima Carta De Mi Corazón

Chilecito, 10 de Junio de 2013
Queridísima: Si me conoce un poco al menos, sabrá que no suelo escribir cartas, pero con usted se me ha dado una excepción especial. Hoy me urge la necesidad imperiosa de hacerle saber a través de estas palabras todo el dolor que puede brotar así de repente, como la herida hecha por un puñal. Quizá me crea un cobarde por soñar con lo que no debí pero déjeme confesarle que siempre le hice mi apuesta al amor, aun en los tiempos menos venturosos. Oh! Estos, si que son los tiempos menos venturosos. Algunas veces morir de pie no es sólo una cuestión de árboles. Ojala algún día le alcancen los ojos para mirar adentro de este ocaso, para que pueda notar como dejo morir el sol en la noche más negra. Ya quisiera usted no ser la que tenga que recibir esta carta, esta esquirla de corazón roto. Y ser yo otra mano que no tiemble al escribirla con pulso lento, como desgarrando las horas, pero así nos encuentra la vida, así se dio el amor. Nadie sospechaba al principio que los domingos podían ser refugio para mimarla o robarle besos, creer en algo, sentirse bien, que se yo. Claro, al principio todo tiene otro sabor, hasta la melancolía. ¿Recuerda el perfume de su melancolía rodando por su mejilla hasta mis hombros? Cuantos vientos han soplados desde aquel día. Con usted, cualquier sonrisa era la de mis labios pero hoy el invierno quiso que sus palabras sean heladas ráfagas de viento, un hueco vacío, el dolor. No se atormente de mis palabras, son sólo restos fósiles de ese dolor, un sentimiento petrificado que endureció a este viejo corazón. Ya no sólo sus palabras vienen a mí como ecos fríos, ahora todo el sueño empezó a congelarse, tirita de desolación. La venas abiertas por las dudas, los ojos secos para no llorar. Cada cual guarda el recuerdo en el olvido que le parece, usted lo sabrá bien, como también sabe de aquellos hombres que saltan al vacío del rencor y aún así, aunque no lo crea, tengo mis dos pies sobre la cornisa y la mente lejos de querer saltar. Sólo andará vagando perdida en mi recuerdo, casi invisible para mi dolor (Tan invisible como yo fui para usted) Será un fantasma, un espectro dulce que me amargo. Pero sacaré el dolor, aunque sea con cucharas, no dejaré rastro de usted. Barreré cada instante de su piel, borrare la miel de su ilusión. Me sentiré huérfano de su pobre amor. Ya no anidare en mi calvario su voz ni usare el consuelo de trinchera. Me iré por la calle más angosta de la noche, a un tugurio lejos de sus ojos, que aún relampaguean con el falso brillo que alguna vez me dio. En efecto, siempre suele tener más sentido empezar a sentirse triste pero no suponga que la culpo, sólo piense que le habla mi corazón, él ya le hablo antes, no se en verdad si alguna vez, usted lo escucho. Tenía tímidos latidos que se enloquecían cuando la sentía cerca y a veces moría de pena esperándola. Pero no la culpo, no… El corazón es el que manda y la que calla es la razón. Usted le pidió un abrazo, la contención y mi corazón no dudo ni un segundo en abrazarla y al abrazarla sintió todo su dolor y mi corazón tembló. Tal vez usted no lo supo, pero el pobre corazón se me moría cuando veía esas lágrimas rodar por sus mejillas, quemando su rostro. Intente secarlas con mi silencio, envolverlas en una sonrisa, ver crecer su sol. Todo lo que hice fue en vano, ya lo sé. No alcanzó el amor que le ofrecí, mis brazos no fueron más que un puerto para sus abrazos náufragos, después de la tempestad otro puerto nuevo, fue sin dudas el mejor. Ya mi puerto olvidado hoy alumbra con la luz tenue de un viejo farol, la opacidad que sobrevive después de la ternura y la pasión. Ya verá usted que no sólo le estoy haciendo saber del dolor que nunca creí merecer, sino que también le estoy detallando aquel amor que no supo valorar. Ese amor que se paso tardes y noches sufriendo en el yugo de la espera, por verla asomar con esos ojos lindos que usted tiene. Ese amor caliente que una noche fría recorrió su cuerpo hasta hacerla estremecer en un orgasmo. En un loco grito que enmudeció el mundo. Ya verá usted que le hice el amor como si le hiciera la guerra a la soledad y pintara el cielo de su casa con estrellas de colores. Estuve dentro suyo, la hice vibrar, me hizo vibrar… Creo que esa noche hasta el mismo cosmo vibró. Ahora no se si fue hermoso o abismo. No puedo distinguir las sombras. Aun estoy frágil, herido. Pequeñas descargas de su cuerpo aún juegan en mi carne. Chocan y rebotan, destellan nostalgias con máscaras de engaño, rostro falso de la realidad. La noche puede ser una trampa fatal para mí, porque alguien me espera allá, con muchas clases de tentaciones que siempre han procurado hacer más ameno mi pasar en esta vida. Sólo de mí depende no volver a caer. Ya tengo entendido que no puedes confiar de la mano de nadie, ni siquiera de la mano delicada de una bella mujer. Más derrotas que cumpleaños, no es una buena racha, mañana pasará. Aun en las canciones mas tristes todos alguna vez encontramos una miga de felicidad. Pero los cuervos siempre rondan cerca del alma que ha decidido morir. Aléjense cuervos, por favor huyan de mí. No seré yo quien caiga en la fosa ciega de entregar mi alma a pájaros tan miserables. No lo permita ni siquiera si existe un Dios. En mis sueños, sin que lo supiera jugué con usted. Le hice un poema con ovillos de tristezas. Le leí un cuento hasta que se durmió. Dormía tan dulcemente, que sus ojos cerrados eran umbrales a un mundo de fantasía e ilusión. Se me partió el corazón cuando en el regazo de mi desdicha usted despertó y se marcho. Me quedo una habitación como una telaraña, un silencio de cementerio me inundo. Y ahora le digo: In der Welt der Männer gibt es keine Notwendigkeit, auser die der Liebe, para que sepa usted que esta necesidad de hacerle notar mi dolor no es tanta, como la necesidad que tengo de amarla a pesar de todo este dolor. Es injusto, claro que es injusto. Duele, la puta que duele, disculpe mi vocabulario pero duele y no se puede evitar. Cómo tampoco se pueden evitar las injusticias. Yo le di todo, le entregue inerme mi corazón, le abrí mi alma y sólo recibí el desprecio de su risa, es injusto, claro. Duele, obvio. Es casi, como una sintonía enfermiza que me recuerda su ausencia tan temprana, Lamentos de la noche se arrastran como melodías, va encadenándome, maniatado y sin faulear, me traen los aromas de aquella canción:
“Yo te saque un día de allí
Y me encadene…
Te obedecí hasta donde puede,
Mi genio amor” Ojala me pueda apartar de tu seducción en otro crimen más, Ojala pueda oír tu dulce voz desaparecer lánguida, diluida en las risas de mi nueva victima. Las despedidas aparte de ser dolores dulces, siempre llevan adentro una daga de doble filo. Cortarse puede ser cosa de un adiós. No se olvide, usted, que los astros que urden los cielos, han aprendido su derrotero a fuerza de años y años de seguir su elipse, nada de surcar caminos inconducentes en las incierta soledad del universo. Todos algunos día tendremos que ir contra el paredón y permítame decirle, que a pesar de todo este dolor, no quisiera que fuese usted, la que cierre los ojos antes de que las balas le que quemen la piel. Aún así verá, que la defiendo, con las hilachas que quedan del amor. Es triste ser abogado de su propio asesino, quizás los que dicten las leyes de este juego estén equivocados. Hay mañanas que siempre se perfuman de lindos recuerdos, pero ya no quiero que sean los suyos, esos me hacen mal, me hacen ver todo lo iluso que fui. El pobre tipo crédulo que creyó en el amor y aun creo en el amor, no crea que no. Sólo que me cuesta horrores creer que su sonrisa no fue mas que una linda rosa llena de espinas y sus besos, miel mezclada con veneno. Este ardor recorre mis labios, quema estas palabras que salen hirviendo. Hay bronca en ellas, pero también hay impotencia. Saber que ahora será de otro, pensar que nunca fue mía. Imaginar como derramara el veneno en esos labios, que jamás le dirán palabras tan puras y profundas como las mías. Esos labios que sólo arroparan su mentira, esos labios que no dirán las cosas que dijo mi corazón. Pero, no se preocupe cuando se desnude por él, sólo haga de cuenta que esta por darme la estocada final, entre versos que sangran en mis cuadernos y gemidos que me mataran. El poeta siempre supo de estos menesteres, por eso lo resumo en esta carta, que aunque quizás nunca llegue hasta sus manos, esas manos que antes recorrían mi cara como describiendo un camino a la paz, a la tranquilidad, porque aunque usted lo ignore, cuando sentía sus manos sobre mi, no había miedo que me embargara, todo era perfecto, uno podía soñar con el mar, aunque suene cursi; pero de esas manos sólo quedan astillas hundidas en mi piel, lastimándome cruelmente. Y también es injusto, porque me habría quitado hasta la piel, si usted necesitaba taparse del frío, no dude que hubiese sido así. Pero hoy sólo me queda tejerle un abrigo a mi anciana esperanza y unos escarpines a mi pequeña ilusión de encontrar a alguien que realmente tengas ganas de recibir todo el calor. La única muerte posible es el olvido, así se talló sobre el peñasco de la vida. Ha de saber entonces que un clavo no saca otro, porque nadie es reemplazable en esta vida, todos somos seres únicos. Es de necios pretender reflejar una ausencia tan querida en una presencia totalmente desconocida. Así vendrá después el futuro a rendir cuentas, porque así es como me lo dicta la experiencia. No se alarme, el tiempo se toma su tiempo pero es viejo y sabio y sabe a quien darle la razón. Tiene razón, quizá sea de imbecil enamorarse: Un tonto que va ciego por pasillos de un laberinto de espejos destrozados. Todo un engaño: Nada por aquí, nada por allá, así se evapora la magia. Quedan un montón de abrazos y besos agonizando cerca de un vaso, pero le diré que no seré yo, quien busque el consuelo de un vino, sólo beberé hasta la última gota de olvido, la única muerte que le puedo dar, después de haber matado usted, a mi amor. Es triste, muy triste… Como una lluvia gris que baña la ciudad a pesar del sol. Los cerros se mojan, las horas se destiñen, el cielo parece de plomo. Las calles van avanzando con todo el cemento encima de mí y quizá me lleven a su casa y tal vez me pare en la puerta y quizás le grite y tal vez no me escuche y quizás no me importe o tal vez si. Pero luego me marcharé por la calle más oscura. Es triste y es tarde. Es tarde y no sé como haré para irme por esa calle angosta a tirar mi dolor a los perros hambrientos que me devoraran. Sólo sé que estuve en su dolor, sólo sé que usted no esta en mi dolor. Y que todo el amor… Carajo… todo el amor no es más que viento entre las cenizas.
Oigres
P/D: En el mundo de los hombres nada es tan necesario, excepto el amor.
Goethe
Datos del Poema
  • Código: 362725
  • Fecha: 11 de Junio de 2013
  • Categoría: Amor
  • Media: 6.27
  • Votos: 41
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1,081
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: oigres
País: ArgentinaSexo: Masculino
Fecha de alta: 19 de Diciembre de 2008
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