"Yo no me puedo morir"
-dijiste como un suspiro-
"Dios no lo ha de permitir,
porque aún les hago falta
a nuestros hijos y a ti".
Pero Dios tenía otros planes,
y tu ya no estás aquí
y este dolor que no acaba,
y esta sed que no se apaga
y yo ya no quiero vivir.
Por las noches ya no duermo
y en el día ya no trabajo;
todo el tiempo se me está
humedeciendo en el llanto
mientras mi vida se va
hundiendo más y más abajo
(amor, ¡aún te quiero tanto!)
Los muchachos se gobiernan
y taponan esos huecos
que tu ausencia me ha dejado,
han tomado así las riendas
de este caos desesperado.
Ya todo me da lo mismo,
me siento como drogado
y a este amargo fatalismo
lo miro como un abismo
tenebroso, atormentado.
Estoy sentado en la cama
(hasta hace poco, tu trono)
y siento tan frías las sábanas
desde que tu las dejaste
en este eterno abandono.
Frente a mi, miro tus cosas,
en esos mismos lugares
en que tu las colocaste
encima del tocador,
tal y como las dejaste.
Tu cepillo para el pelo,
tu polvera y tu perfume,
la angustia que me consume
y, en el cajón inferior,
con tu jabón y tu espejo,
está mi desesperación
confundida con tus peines,
tus cremas y tus pinturas;
y también mis amarguras
y mis lágrimas de amor.
Aún no tengo el valor
para escombrar tu ropero,
no tengo prisa y no quiero
tocar siquiera tus cosas
que me son tan dolorosas
(creo que yo, sin ti, ¡me muero!)
Ahí están aún tus vestidos
y los débiles latidos
de este pobre corazón;
ahí está mi adoración
colgada junto a tu abrigo,
pero tu no estás conmigo
y yo ya no me siento vivo
sin tu voz y tu calor.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-
"Ya no llores, amor mío,
no soporto verte así."
"Te estás matando de pena
y para mi es una condena
el sólo verte sufrir."
"Esto no tiene remedio:
mi hora estaba señalada
y ya no pudo hacerse nada,
pero sigo enamorada
eternamente de ti."
"Fuiste tan bueno conmigo,
tan atento y cariñoso,
has sido el mejor esposo,
de ello soy fiel testigo;
también para mi es castigo
el dejarte, es espantoso,
pero el adiós es forzoso
y hoy me vengo a despedir."
"Sé que tu ya no me escuchas,
que no puedes ya mirarme,
que tus penas serán muchas,
que jamás vas a olvidarme."
"Pero no puedo quedarme
a consolarte en tu agonía,
te digo adiós, ¡vida mía!
algún día vendré por ti."
"Mientras se llega ese día
te estaré esperando aquí;
recupera tu alegría,
cuida bien de nuestros hijos
y ¡VIVE! hazlo por mi".-
Eduardo Ritter Bonilla.