El infierno tan temido.

Sumida en el letargo, acariciada por sinceras
manos que traducen su calma de pureza,
está la niña sola pensando en sus quimeras
dolores que la tienen perdida por naturaleza.
En su mundo de largos exilios y destierros
se siente acomplejada en su mar de inconciencia,
toma de las manos cualquier mágico infierno
y se sumerge en universos de sísmicas ausencias.
Y cuando vuelve a la realidad de su cuarto caprichoso
se le escapa una lágrima de fina transparencia,
no escucho los consejos y otra pstilla de enojo
le dá vuelta en el cuerpo y vuelve a sus ausencias.