Llegar quería a un estado tan puro,
más no alcanzaba su fin conquistar,
y penetró con sus luces las aguas
que con sus ondas ocultan el fondo.
La florescencia seduce su alma,
son los delirios deseos de hacer,
de parecer y obtener lo imposible,
alrededor de un espejo que brilla.
Más resistir no se puede al anhelo,
ni a los encantos del alma que sueña,
y el corazón que rebosa de gozo
al perforarse se cae a las sombras,
donde se llena cual cáliz de amor.
Surge de lejos el soplo de vida,
donde no gimen jamás las cenizas,
la maravilla se vuelve inmortal.
Lupercio de Providencia