la dicha

Una noche de luna muy blanca

a su encuentro salí placentero

y la suerte que sí acompañaba

permitió ver su rostro de nuevo.

Acercándose junto mí en bonanza,

con los ojos iguales que espejos

reflejando el temblor de las aguas

acunándose a dentro del pecho.

Vi su boca en mi boca de grana,

vi sus besos de miel en mis besos,

vi su mano en mi mano enlazada,

vi su cuerpo fundirse en mi cuerpo.

Sentí el fuego abrasándome el alma,

de la flama la dicha retengo

venturosa y feliz que me embarga

con la paz que produce el silencio.