La Dolorosa (Romance)

Cuando sales a la calle

toda vestida de negro,

con los puños de bolillos

y manto de terciopelo,

yo sé que sufres, María;

no quiero ser indiscreto,

pero, Señora, tú tienes

un corazón en el pecho

que se ha roto en mil pedazos,

y tu cara es el reflejo.

Ante la Cruz, desolada,

de muerte tus ojos llenos,

afligida y solitaria, al ver

a tu Hijo que ha muerto,

¡ay, Señora!, tú lo sabes...,

lo mataron por ser bueno,

que se acercaba a los pobres

como nadie supo hacerlo,

curándoles las heridas

de sus maltratados cuerpos.

También dejaba a los niños

un recital en el tiempo,

y le segaron su vida,

Dolorosa, ¡qué tormento

sufres en tu corazón!,

veo en tu cara el reflejo.

Lloras lágrimas amargas

porque ya no puedes verlo

ni mirar su hermoso rostro

ni rozarlo con tus dedos,

¡Ay, Madre!, con qué ternura

amamantaste el pequeño,

le diste la blanca leche

tibia y dulce de tus senos,

y a aquella linda carita

le regalabas tus besos.

Hoy, tu corazón helado,

se vistió de puro invierno;

ya no recibe el calor

de Jesús junto a tu seno,

dándole la rica leche de

de tus consagrados pechos

para que se amamantara,

que no se pusiera enfermo.

Ataviada en soledad,

a tu lado gime el viento,

ya no tañen las campanas

ni machacan al silencio.

¡Qué triste es verte, María,

toda vestida de negro!