Infancia triste de pequeños recuerdos,
Con caricias de humo y de vino.
Gritos, llantos, golpes, policía;
Solo Dios sabe de toda mi tristeza.
Mi casa de chapa y cartón.
Nidos de lauchas era la casilla.
Enjambres de moscas y de mosquitos;
Y si llovía, el agua hasta las rodillas.
Dormí casi debajo de las estrellas;
Debajo del techo de un colador.
Me bautizo Pobreza a calor de leña
Y camine de piel a piel con el suelo.
Una cama rota para todos:
Sus patas eran de ladrillos.
Hay dormía, hay soñaba
Una madre y sus cuatro niños.
El baño “orgánico” a corta distancia,
A seis metros de la casilla de los gritos.
Era la entrada al mismo infierno
Con olor a mierda y a orina.
Alcohólico, vicioso era mi viejo.
Sino tenia vino para tomar, sus tragos
Eran alcohol etílico con agua
O hasta el propio vinagre añejo.
Mi vida se estaba pudriendo
Ya olía a cementerio, a muerte.
Mi boca mal lavada también,
Y también todo mi caballo.
Los piojos pesaban en mi cabeza,
Había blancos, negros y mulatos.
La roña era corteza en mi piel,
Hasta yuyos me estaba creciendo.
Así vivía y en un comedor comía…
Pero Dios escucho las oraciones de este niño,
Todo ha cambiado, todo es mejor.