Tan coqueta, tan niña,
tan llena de belleza,
dueña de tan agraciada figura,
bien parecida,
sus ojos puros
que parecen sonreír,
despiertan diversas sensaciones
a este vacio corazón.
Jugamos a encontrarnos
y en medio de nuestro baile,
los pasillos sirven de salón,
tú cabello estalla
en fervor de gala,
a medida que se mueve
al viento,
alegra su andar.
En tu rostro encontré
la inspiración perdida, oculta;
como la luna tras oscuras
nubes nocturnas y translucidas.
Acortaste mi uso de razón.
El silencio hace eterno
los segundos y acaba,
con la plena frialdad.
Sin saber su nombre,
ni sospecharlo siquiera,
acaparaste la atención
y tu rostro puedo ver
en la lentejuelada noche.
Sin saber su nombre,
la niña de mejillas escarlatas,
obsesiona mi joven mente,
con su sonrisa,
esa sonrisa coqueta,
que cautivo mi pasión,
al punto de convertirse
en frágil princesa.
cristopher antonio moraga
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