Ella se fue, se fue como si nada,
como si hubiera estado muy urgida
de entregarle al Señor, al fin, su vida
y de hacer de los cielos su morada.
Vino la muerte lúgubre, callada,
con el sigilo de una blanca herida
y aquella luz, constante y encendida
-alma de Cisne siempre enamorada_
cubrió de sombras y el dolor es mío
y es mía la tristeza, mío el llanto;
pero también es mía la esperanza...
Princesa Cisne, déjame el rocío
que entre tus plumas era verso y canto
en tanto que asimilo tu mudanza...
Heriberto Bravo Bravo SS.CC
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!