La ilusión

En la casa, junto a la chimenea de la sala,
hay un par de calcetines con tonalidad rosa
de muchas rayas divertidas en un verde hierba
y de tamaño aún menor que mi corta coleta.
A lo sumo cabrán no más de once caramelos
en cada uno de ellos. Suman en dos, veintidós.
O tal vez lazos de colores de tacto sedoso
en donde si cuento, pierdo la cuenta por ser cientos.
Esperaré el momento para ver el regalo
cerrar los ojos intentando dormir sin pensarlo
aunque puede que sea un muñeco grande bailón
que me sirva para vestirlo según la ocasión.
Y si no cabe en el calcetín, que me lo lleven
a la estancia donde mi nombre se lee a la entrada.
primer pasillo, tras el escalón, a la derecha,
que por la mañana correré para ver si también…
algunos pocos caramelos se han dejado caer
o alguna cinta se haya metido sin querer.