LA INDESCRIPTIBLE

LA INDESCRIPTIBLE

¿Tal vez me hablas,

de la de cabellos azabaches y piel morena,

la de ojos bellamente melancólicos,

la que ríe, la que canta,

la que mueve sus caderas, como el mar

en el rojo atardecer mueve las olas?

¡No, señor! ¡Por Dios! ¡No es ella!

¿O tal vez aquella otra,

, la que luce, orgullosa, en su cabeza

una tiara de espigas, y a quien natura

al nacer bañó con lluvia de oro,

la de labios de coral

que eligen el besar antes que el rezo?

¡No, señor! ¡Por Dios! ¡No es ella!

¡Ya sé a quién amas! ¡Ya lo sé!

¿No es acaso, la dulce criatura

que una tarde los dos miramos juntos,

un alegre cervatillo, con sandalias

que besaban la gramilla de los campos,

la de pecas doradas en la cara?

¡No, señor! ¡Por Dios! ¡No es ella!

¿Si no es ella, quién, entonces

te tiene todo el día preocupado,

y desertar te ha hecho de la juerga,

del vino, de la lira, de los dados,

de quién, si por ventura existe una

amigo mío te has enamorado?

Existe una, sí, más por desgracia

no vive ella en este mundo,

es un ángel, con alas que sofocan,

un jilguero de canto silencioso

que de noche de amor viste mi sangre.

Pero ¡ay! ¡Es imposible describirla!

¡A ella, amigo mío, es a quien amo!

¡Por ella es que estoy triste y preocupado!