Esa absoluta necesidad de que me amen,
me condiciona permanentemente.
Abierto en corazón y en alma,
acepté y disfruté el placer de estar enamorado.
Atroces encuentros de placeres, me arrastraron en justicias e injusticias
y hablaron los cuerpos de deseos,
cruzando el delicado umbral de la alegría.
Creyendo construir futuros,
me dejé llevar en arduas travesías.
Desafiando los miedos y extravíos,
quise volar desdeñando lógicas.
Quedaron los pasados y presentes,
cubiertos por efímeros futuros,
deseado que penas clandestinas
me colmaran de gozos y de anhelos.
Pero los vuelos solitarios no convencen,
ni acompañan los sueños inconclusos.
El desafío de volar acompañado,
buscando paraísos y edenes de ilusión,
se diluye en crepitares de hojarasca, y sonidos de vicios y defectos,
acompañando profundas soledades.