Comencemos con un silencio evento en donde la tormenta se pronunciaba con más intensidad a lo habitual.
Yo me encontraba derrumbada, escasa ante una acción y totalmente empapada.
Luego de un breve momento, llegaste; no sabía quién eras. Pero entendí que eras la persona adecuada para verme en esta situación y en ese preciso momento.
Esa noche solo quería desaparecer, por todos los eventos tormentosos que pase ese día.
Los días siguientes solo eran más eventos tormentosos con acompañamientos de llantos y caídas constantes, pero tú siempre estabas ahí, con tus bellas palabras y acciones:
¨Todo va estar bien¨, ¨Todo pasara¨,¨ Estoy aquí para ti¨,¨Yo te ayudare, no temas¨ y un abrazo confortable.
Pero en un amanecer tomé esa luz que me dabas, para cambiar mi camino.
Poco a poco toda esa tormenta fue desapareciendo y el amor hacia ti crecía. Era cierto ya me estaba enamorando. No dejaba de sonreír, cada vez que te pensaba. he incluso contaba las horas, minutos y segundos para volver a verte.
Pero ahora el de las tormentas eras tú, y era momento de ser yo tu apoyo incondicional el abrazo satisfactorio y las palabras motivadoras. Tenía que ser yo.
Tus barreras eran aún mayores a las mías, me sentía incapaz e inútil al no poder apoyarte como tú lo hacías. Pero tenía la certeza de que todas mis cartas y obsequios, siempre llegaban hacia ti.
Tiempo después lograstes salir de esas barreras, era mi momento de poder llenarte de muchos mimos y alegrías, para hacerte superar esa tormenta.
Al continuar los días nos encontrábamos enamorados y superados. Ya era momento de ser felices, el sol salió con más intensidad y los helados se apreciaban con mayor frecuencia.
El parque era hermoso para un lindo paseo en bicicleta, todo el universo estaba cumpliendo mis expectativas, para un grandioso día.
Llegado el atardecer nos sentamos a la sombra de un árbol de cerezo donde el viento hacia que los pétalos cayeran en nuestras manos y de pronto un anillo entre mis manos apareció, lo cual completo mi sueño de un grandioso día.
Si. Ese día me propusiste matrimonio, estaba con un sentimiento inexplicable, explosiones de felicidad, ¿cómo decir sí? o ¿cómo decir las palabras correctas de que acepto?, en fin, estaba nerviosa.
Procediste arrodillarte y decir las palabras, a la vez colocabas el anillo. Solo faltaba mi respuesta.
Yo solo te abracé y con una voz solloza te dije al oído que SÍ, SIEMPRE SÍ.