A mi Hija Bárbara.

1.
¡Qué nombre más bien puesto
Que te pusimos, Bárbara!
No por casualidad
A este Mundo viniste
Un cuatro de Diciembre,
Día en el que ese Mundo conmemora
La Fiesta de la Santa.
La Fiesta de la Santa,
Cuyo Bendito Nombre te pusimos
Sin que Barbaridad nos pareciera
Ni temor a que en cara nos lo echaras.
La Fiesta de la Santa
Cuyo Nombre más suena,
Pues suena tanto más cuanto más truena
Y cuanto la tormenta más espanta.
La Fiesta de la Santa
Que fue dos veces Santa
Y fue dos veces Buena,
Pues tan ardiente y grande
Fue su entrega y su amor a Jesucristo
Que venció al Mundo y a sus Vanidades
Y no retrocedió ni ante el Martirio
Que aplicarle mandó su propio Padre
Para que renegase
De la Fe profesada en su Bautismo.
Pecado imperdonable hubiera sido
Que, naciendo ese día memorable,
No te hubiéramos puesto
El Nombre de una Santa semejante,
Cuyas virtudes todas
Dábamos por seguro
Que irías heredando una por una,
Prolongando en el tiempo sus Hazañas
De santidad ruidosa.
Tanto que por Ruidosa se le honra,
Tanto o más que por Santa,
Pues no es bueno que el Bueno
Calle sus Buenas Obras,
Cuando gritando el Malo va las malas
Y sin pudor ninguno las pregona. 2.
Cuando llegó el momento
De que al Mundo vinieras,
Porque Mamá sabía
Llevar muy bien sus cuentas,
Y sabía, por tanto,
Que era llegado el día
En que había salido ya de ellas
Y llegado el momento,
No menos importante todavía,
De hacerse ya otras cuentas,
Una vez se cumpliese tu venida:
Contar cuánto a una Madre
Criar a un Hijo le cuesta,
Tal como está la vida.
En ocasión tan alta como ésta,
De la que yo, como veraz Notario,
Te estoy rindiendo cuentas,
Le propuso el Tocólogo eminente,
Que en su embarazo y parto
A Mamá le asistía,
Que eligiera Ella misma
La fecha que quisiera
Para traerte a este bendito mundo,
Que, a partir de aquel día, bien seguro,
Sería aún más bendito todavía,
Pues que a él tú venias
Cargada de promesas y futuro.
Y es que a este sucio Mundo,
Venías, Hija Mía,
Por un procedimiento
Tan seguro y tan limpio
Y tan sin sufrimiento
Para el recién nacido,
Como el que vino al Mundo Julio César,
Y que, acaso por eso, acabó siendo
Ni más ni menos que el gran Julio César,
El Hombre más amado,
Temido y respetado
De cuantos la fortuna o la desgracia
Tuvieron de cruzársele a su paso.
¡Mira que si Contigo
Fuera a pasar lo mismo,
Y a tu Madre y a mí nos recordaran
Sólo porque a este Mundo te trajimos! 3.
En tan glorioso trance,
Como el de darte a luz,
Se le hizo la luz
A tu Bendita Madre,
Y eligió, sin dudarlo, a Santa Bárbara,
Para que tu Venida al Mundo presidiera
Y durante tu estancia
En él, te protegiera
Contra todos los rayos
Y todas las tormentas
Que están siempre al acecho
De nuestra siempre frágil existencia
En que Gloria y Tormento
Se juntan y nos cercan.
Con su elección feliz
Se acabaron las dudas
Que hasta entonces teníamos,
De qué Nombre ponerte
De entre la larga Lista que teníamos
Preparada al efecto y repasada,
Casi continuamente, día a día:
Había que acertar, y plenamente,
Con el Nombre elegido,
No fueras, luego, tú a pedirnos cuentas,
Por estimar impropio,
Feo o inadecuado,
Nombre tan largamente por nosotros,
Pensado y sopesado,
Tras el Santoral todo repasarnos.
La única “faena” que te hacíamos
Y que, al pasar los años,
Podrías reprocharnos,
Era que al no ponerte
Alguno de los Nombres diferentes
Que en la citada Lista
Venían incluidos,
Ya para todo el resto de tu vida,
Cumpleaños y Santo
Ibas a celebrar el mismo día,
Y en vez de dos regalos,
Uno sólo tendrías.
Una tal coincidencia
De Santo y Cumpleaños,
Bárbara no te importe.
Cuando llegue tal día,
Mamá y yo te juramos,
Por nuestra Vida,
El hacerte un regalo cuyo importe,
Como mínimo valga más del doble
Del que, por separado,
Recibirías.
Verás, al recibirlo,
Qué contenta y alegre que te pones.
Verás al recibirlo,
Cómo bendices tan bendito día:
El Día de tus días.
El Día que te dice y te recuerda,
Que ese Día naciste,
En honor y homenaje
A una Santa tan santa,
Y a una Santa tan grande,
Que a Ella le debes el llamarte Bárbara.
Quiero y debo decirte,
Que si Bárbara tú no te llamaras,
Ya no sabría yo cómo llamarte. 4.
Bárbara, tú ya sabes,
Que nuestra Santa Bárbara bendita
Es la Patrona de la Artillería,
Arma gloriosa que el Cañón tan sólo
Como arma utiliza
Y hace de él su Blasón y su Divisa.
Por eso, al comprobar tal coincidencia,
Muy seguro de sí,
Así profetizó aquel gran Tocólogo
Que a Mama le asistía:
“Sepa, Señora, que a este Mundo viene,
Predestinada su Hija,
Para ser, de entre todas las Mujeres,
Una “Mujer-Cañón”. Una Heroína.
Yo al oír semejante profecía
Profeta me sentí,
Y, para no ser menos,
Hice también la mía,
Y así a Mamá le dije
Exultante de gozo y de alegría:
“Nuestra Hija, Mamá,
Seguro que va a ser una Mujer
De “las de armas tomar”,
Si la quieres vencer o dominar.
Deja correr los años.
Deja correr los años
Y, corriendo los años, lo verás,
Pues también en tal día como hoy,
Sus años cumple y a este Mundo vino
Francisco Franco, Caudillo de España,
Que se levantó en armas
Contra quienes mandaban;
Y que vivió mandando sobre todos,
Y mandando murió,
Después de haber armado la que “armó”. 5.
Mi Padre me contaba
Que cuando yo era Niño,
Hacia travesuras tan tremendas,
En mis juegos y estudios,
Que me añadió a mi Nombre el Sobrenombre
De “Luisón el Tremendo”,
Que Yo ostenté con infantil Orgullo.
Sólo la Enfermedad que padecí
Y que puso mi vida boca abajo,
Trocó en resignación y mansedumbre
Mi escandalosa y sorprendente lista
De Niño revoltoso y tremendista,
Que a nada tuvo miedo, ni hizo ascos.
No quiera Dios que en ti pase lo mismo.
Quiera Dios que a mí salgas.
Que te venga de mí y en ti perdure
El ser mujer “de casta”,
Sin que tal trayectoria
Nada ni nadie turbe,
Para tu mayor gloria. 6.
También tú sabes, Bárbara,
Que nuestra Santa Bárbara bendita,
Nos protege de rayos y tormentas,
Y de todas las Santas conocidas
Es la más venerada,
Por ser la más ruidosa,
Y cuanto más ruidosa, más amada.
Tan ruidosa y amada, al mismo tiempo,
Es siempre Santa Bárbara Bendita,
Que para que sus Fieles
La tengan más presente en su recuerdo
Y no se olviden de Ella,
Necesario es que truene;
Necesario es que ruja la tormenta
Y que en su invocación refugio encuentren. 7.
Bárbara me han contado
Que a ti en una ocasión,
Todos tus compañeros de “Cursillos”,
Y por aclamación,
Te eligieron unánimes
Su gran “Campanillera, La Mayor”,
Con la santa misión santificante,
De apenas asomada la alborada,
El tocar sin parar tu Campanilla
Y, de tanto tocarla, el atronarles,
Para que, superando sus perezas,
Y las dulces tibiezas de la cama,
Al rezo matinal se incorporasen,
Con el Gozo que al Alma proporciona
Querer estar haciendo lo que se hace
Y así aumentar el Gozo con la Gracia.
Y nos cuentan, también, Mi Amada Bárbara,
Que tocabas tan bien tu Campanilla
Que nunca olvidarán cómo tocabas,
Los que tocarla, sin cesar, te oían,
Desde su tibia cama,
Y a levantarse ya, inmediatamente,
Sin pensárselo más, les requerías,
Y, una vez levantados,
Con unánime voz,
Nos dicen, que decían:
“¡Qué maravilla
De Campanilla!
¡Qué bien que brillas,
Mientras que suenas,
Qué bien que suenas,
Mientras que brillas!
¡Benditas sean las Benditas Manos
Que te hacen sonar lo bien que suenas,
Sin que te hagas odiar por despertarnos!”.
Yo eso mismo te digo.
Yo eso mismo proclamo:
¡Benditas sean tus Benditas Manos
Y seas, toda tú, también Bendita,
Por traer tanta Gracia a nuestras Almas,
Nuestra querida Bárbara bendita! 8.
Quiero este Verso terminar diciéndote,
Por el Bendito Nombre que Tú llevas,
Que a Dios estoy pidiéndole que seas
Bárbaramente Santa,
Bárbaramente Buena.
Que como Santa Bárbara utilices
Santamente las armas
Con que Dios a los suyos les bendice.
Y que el ruido que metas en la vida,
Cuando “truenes” contra algo,
En solo el Bien también se justifique.
Y que un día, aún lejano, Santa Bárbara,
A los Cielos te lleve,
Llevando a Ellos el Gozo,
No comparable con ninguno otro,
De haber dejado tu Misión cumplida,
Tras tu bendito paso por la vida.