Tiritante, vencida, agónica,
en el tablero de ajedrez,
que tu vida ha sido, te postras.
Herida, humillada, despreciada,
ante el espejo de tu experiencia,
que tu vivir refleja, lloras.
Vaciaste tu desnudez virginal
entre los nenúfares del amor,
en las aguas bravas y falsas
a las orillas de tu agreste pudor.
En la incolume verdad cristalina
sólo vive el frágil reflejo confuso
de tu vencida pasión, oculta
en las alas de las gaviotas
que vuelan en tu despechado querer.
Entre arrugados ropajes níveos
encubres tu cuerpo avergonzado
sólo asoman de tus lienzos blancos
tus pies heridos y descalzos,
llagados en los ultrajes salados
que desmembran todo tu ser.