Abro las ventanas que algunas veces cierro
a las mañanas, desarropada por el hielo frío.
Te observo a lo lejos en la cercanía del cerro,
de donde baja la dicha contigo, como claro río.
Salgo a buscarte de la sombra de los recuerdos,
hay murmullos de silencio que adornan las paredes,
salgo del destino que labré entre espinudos cardos.
Te observo vestida de nada, adornada con verdades.
Al recibirte aclaro los ojos de los humos de ayer,
además borro nostalgias de mi mente visionaria,
y me sumerjo a los brazos de la diosa hecha mujer.
Tu corazón que sabe a vida, me llenó de energía.
Entonces dije: a ti te ofrezco el susurro del viento
en cada amanecer, por quitarme la lluvia de mis ojos,
asimismo por librar de la muerte a mi sentimiento,
también por el inmenso paraíso, que lo veía tan lejos. El arco iris deslumbrante de tus ojos en mi penetra,
tímido me acerco ocultando huellas de tantos besos.
Amor te brindo los versos de mi poema en letras
por quitarme el dolor, por volverme la vida de regreso.
Autor: Alcibíades Noceda Medina