Cuando un amor se vá, otro
llega más hondo y verdadero
y cuanto más es torturado y abatido el corazón del ser humano
se vuelve más sincero, y siempre tras cada nublado
hay un lucero, por más ruda que sea la tormenta, florece hasta morir el limonero.
Si dispuso el dolor con golpe fiero, llenar de sombra la existencia mía, mi alma aún porfía levantandose con fuerza a un nuevo día, que sea lleno de dicha y alegría.
Abro así mi corazón y confío, en mi soledad, nada importuna la comunión del pensamiento mío con el bien y la fortuna, de soñar con alcanzar tu mano bajo el esplendor de la luna.
Y con ansia a todas horas renovada, con una herida sin cesar abierta, con aspiración nunca saciada, con inquietud siempre despierta, soñando espero, que tus ojos de amor haga florecer el limonero.