RECUERDOS DE MI NIÑEZ

POEMA - RECUERDOS DE MI NIÑEZ.
Gentilicio, santiagueños.
Porque en Santiago nacieron,
donde murieron sus padres
pasaron su juventud
y enterraron sus abuelos.
Pues fueron afortunados
de heredar doble virtud,
porque además de extremeños
ellos pueden presumir
del título nobiliario
de honorables santiagueños.
Son la gente de mi pueblo
de profundas tradiciones
de costumbres del pasado
apegados a la tierra
que siempre supieron guardar
creencias y convicciones.
caminando por sus calles
los recuerdos se me agolpan
de treinta años de destierro
maldita sea la nostalgia
que me condena al recuerdo
de mi juventud y mi infancia.
Ni el tiempo ni la vejez
ni los años transcurridos
apagarán este fuego;
todo el que nace en mi pueblo
sufre el castigo divino
de vivir en sus recuerdos.
Que difícil me resulta
olvidar viejas costumbres,
la mujer haciendo el punto,
el pequeño los deberes,
y el abuelo adormecido
junto al brasero o la lumbre.
Quiero que mi pueblo avance
no haya nadie sin trabajo
ni campesino sin tierras
ni colmenas si abejas
ni ganaderos sin vacas
ni pastores sin ovejas.
Sentada en la resolana
en frías tardes de invierno
criticando a otras vecinas,
la vieja con mucho empeño,
cose el pantalón de pana
o zurce el camisón de lienzo.
Repletas de alegres niños
yo quiero ver las escuelas
en el patio del colegio,
jugando y vociferando
sin complejos ni secuelas
en el recreo de las doce
como antaño otros lo hicimos.
Quiero seguir escuchando
a la sombra en el verano,
a los viejos reunidos
contándose sus batallas
de héroes legendarios
de tiempos ya muy lejanos.
En los calores de agosto
hollando antiguas veredas
cuando cantan las cigarras,
me vienen viejos recuerdos
y el alma se me desgarra
recordando el sufrimiento
de aquellos viejos labriegos.
Recuerdo aquellos yunteros....
con su yunta en la besana
abriendo la tierra en surcos
en sementera temprana
esperando en el verano
poder recoger sus frutos.
O en su marcha ritual
a la mujer aguadora,
marcando el ritmo al andar
manteniendo el equilibrio
con un cántaro en la cabeza
y otro par en sus caderas.
Manuel Marín.
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